Esperando
que la muerte me zampe el garrotazo
Elabora:
Fundador Somos Bolívar
Elaborado:
26 / Mayo / 2012
Publicado:
27 / Mayo / 2012
Esta
es la historia de Olimpo Pedroza Quintero, un adulto mayor que completa ya mas
de diez años viviendo debajo de un puente, en la vía que comunica a Riofrío con
Tulúa.
En
un país donde hicimos de los programas existencialistas la forma mas humana de
ganar votos, en una Colombia a puertas de una silenciosa guerra entre derechistas,
unos saciados de poder y otros con hambre de poder; no es este el típico video
que busca ganar indulgencias con dolores ajenos.
Esta
es la historia de mi amigo Olimpo, un hombre que edificó su hogar debajo de un
puente, un hombre que hace mucho aprendió a ser feliz con lo poco que de la
vida pudo tomar; un abuelo que a la sombra de un par de árboles y el pasar de
cientos de vehículos le sonríe a la vida mientras con sus palabras me abre su
corazón.
Unas
tijeras, sus perros y un posillao de tinto: sus tres mejores amigos. Sus
historias, el trasegar de un hombre que busco una y varias oportunidades en una
región que le entregó su futuro a los grandes cultivos de caña de azúcar y le
vendió su herencia existencial a los poderes de aquellos pocos que se sienten
ricos en medio de tanta pobreza.
Don
Olimpo no se queja, Don Olimpo no pide una nueva casa, Don Olimpo goza de
excelente salud.
Esta
no es tal vez la historia para contarles a nuestros hijos cuando no quieren
comer sus alimentos o se quejan porque no lo tienen todo. No es tampoco la
historia explotada por los políticos que juegan con el hambre de los pueblos.
Mucho menos es una historia para pasar de los sueños a las ilusiones.
Este
es un homenaje a un hombre que en su voz lleva el legado de haber nacido y
crecido en el Valle del Cauca. Un contador de historias que recibe en su hogar
a pobres y ricos, un saciado hombre de pasado, un sediento soñador de futuro.
A
Don Olimpo lo conocí hace unos meses, lo conocí mientras mi mirada se confundía
entre el parabrisas de un bus y el verde que rodea la vía que comunica a Tulúa
con Riofrío. Haciéndome la promesa de regresar pasaron varios días; una mañana
llegué, venciendo el temor hacia lo desconocido abandoné la carretera y tras un
sencillo “buenas...” me interné en lo
que poco después seria para mi el hogar de un gran ser humano.
Pasaron
varios minutos y Don Olimpo venció también sus temores, de su cocina tomó un
posillo desorejado; tal vez el tiempo, tal vez una caída. Con un posillao de
tinto Don Olimpo me dio la bienvenida y se abrió paso entre las líneas de un
pasado difícil de olvidar y un futuro tan incierto como fortuito.
La
primera impresión del lugar y a lo lejos: “es el cambuche de un loco”. Enfrentadas mis dudas y ya mas cerca: “el
hogar de un abuelo feliz”. Nos pasa en la vida que el temor hacia lo
desconocido nos lleva a trasegar caminos conocidos ya por muchos, perdiendo de
vista que arriesgarnos a cambiar nos puede llevar por caminos diferentes, y son
esas diferencias las que nos hace únicos.
Un
posillao de tinto y un río de preguntas interrumpidas por el pasar de los
vehículos, el mirar de varios ciclistas y el curioso instinto amistoso de sus
perros. En medio de sus palabras Don Olimpo parece haber construido su propio
diccionario. Como si fuera mi primera entrevista le pido a él que si puedo grabar su voz; la respuesta:
Si.
Al
pasar de lujosos carros mi mente y sentimientos parecen jugarme una mala
pasada; de momento me invade la rabia de un mundo construido en la base de
diferencias que rayan en la desigualdad. Como tranquilizante pienso en la frase,
hecha melodía, de la gran Mercedes Sosa:
“Solo le pido a Dios, que lo injusto no me sea
indiferente”.
Que
lo injusto no me sea indiferente y que el silencio no me haga cómplice de un
mundo que a pedacitos nos hace vivir en la dictadura de las realidades.
Curiosamente alardeando del ser hijos de un país democrático donde nuestros
presidentes son hijos y nietos de presidentes y nuestros políticos el mejor
ejemplo de lo que no queremos que nuestros hijos sean y hagan.
“Esperando
que la muerte me zampe el garrotazo” esa fue la primera frase de Don Olimpo tras encender la grabadora de
mi celular. El lugar ya me era familiar,
le podía contar ya a mi mañana que sumaba un amigo en mi trasegar por los
caminos de la tierra que me vio nacer y crecer.
Es
ese tal vez el mayor de los placeres como guía de Somos Bolívar. Recorrer mi
pueblo y mi región encontrando amigos en aquellos hogares que comparten un
pasado y construyen hoy a hoy una historia para contar. Que buenas experiencias
y que tanto se aprende de las voces de mi pueblo.
Eso
sentí cuando le pregunté a Don Olimpo por su juventud.
Don
Olimpo este es nuestro sencillo homenaje, queriendo que su historia sea
conocida y la vida del hombre que lleva viviendo diez años bajo un puente no
sea una mas, queriendo que su historia se escriba en el corazón de las personas
solidarias. Queriendo decirle a mi futuro que un día conocí un gran ser humano
de quien aprendí a sonreír sin pelear con las arrugas del alma y las cicatrices
de la vida.
Gracias
viejo por abrirnos las puertas de su hogar. Dentro de las muchas cosas que
quería, quería contar su historia a través de un video para que cientos de
personas te vean y te conozcan. Antes que llegué la “garavatuda” y te lleve, yo
quiero viejo que lleguen muchos amigos a tu vida.
Don
Olimpo fui tal vez el primer bolivarense en visitar su hogar pero con este
video no quiero ser el único. Gracias por las historias contadas, detrás de
su pesada mirada me encontré con un gran
abuelo, con un “vagamundo” como usted me dijo. Admiro su salud y pido al
Creador derrame sobre usted muchas bendiciones; tenga siempre la certeza que en
mi pasar por esta vía, en mi pasar por ese puente que es su hogar, tengo ya un
amigo y una parada segura.
Muchos
vivimos con un corazón roto, usted ha vivido durante muchos años con un corazón
remendado. Gracias Don Olimpo.
Espero
quienes vean este video me ayuden en mi propósito. Tan simple, como estupido y
como típico: dale compartir.
Quiero
antes de finalizar mis palabras, con cara de resentido social y con cara de
amigo de las causas nobles, agradecerle a la oficina de Proyectos Para Hechos
de Somos Bolívar de donde pude “sacar” algo de dinero para comprarle un
mercadito a Don Olimpo. Agradecerle a
Proyectos Para Hechos es agradecerle también a los cientos de amigos de Somos
Bolívar, personas que haciendo uso de la libertad del silencio nos ofrecen su
ayuda y nos ayudan a crecer.
Son
muchos los amigos y pocos los que no quieren el progreso de nuestro Bolívar.
Gracias a las personas que a diario se suman a nuestra causa, que a diario nos
visitan, de verdad son infinitas las alegrías tras cada palabra de apoyo y tras
cada mensaje de aliento.